
Entre Trump, Espert y las urnas de octubre « Diario La Capital de Mar del Plata
No quedan dudan a esta altura de los acontecimientos del formidable peso político que ha alcanzado Donald Trump en la escena mundial. Los rasgos cambiantes y a menudo contradictorios de sus decisiones en cierto sentido subrayan ese peso: sus arbitrios pueden ser recibidos con reticencia pero en última instancia consiguen su cometido.
Es cierto que todavía no logró el fin de la guerra entre Rusia y Ucrania, que prometía inminente una vez que hablara con Putin y Zelensky, pero allí lo que falló fue el pronóstico de los plazos y el diseño del objetivo, no su influencia, a la que ambos interlocutores muestran respeto. En estos momentos está intentando una empresa grandiosa y extremadamente desafiante: iniciar una nueva era de paz y cooperación en la región más convulsionada del planeta, el Medio Oriente.
Esa meta que a primera vista luce quimérica, al ser asumida por Trump aparece ahora para buena parte del mundo como un objetivo difícil pero alcanzable. Para avanzar en su concreción Trump presiona incluso a un aliado íntimo que siempre ha preservado autonomía, el israelí Benjamin Netaniahu.
La voz de Trump
En ese contexto, el elocuente respaldo que Trump concedió una semana atrás a Javier Milei, certificado con el print del ditirámbico mensaje digital que le había dedicado y con la promesa del su secretario del Tesoro, Scott Besent, de que Estados Unidos haría “lo que sea necesario” para ayudar al gobierno argentino, parecía una garantía plena, un apoyo más que sobrado para devolver cierta estabilidad al país, que en ese momento coqueteaba con el precipicio.
En primera instancia la voz de Washington surtió efecto: ante la declaración de Bessent disminuyeron las dudas sobre el cumplimiento de compromisos por parte de Argentina y consecuentemente cayó el índice de riesgo país, también aflojó la presión sobre el dólar.
Pero el respiro fue corto: el gobierno se las arregló para frustrar expectativas, sea por errores de gestión (vidriosa y costosa operación de suspensión de retenciones que benefició a un grupo de grandes cerealeras y frustró y enfureció a los productores; restricciones inopinadas y extemporáneas a operaciones cambiarias), sea por su paso lento en materia de ampliar su sistema de alianzas, sea por la irrupción de situaciones políticamente escabrosas, como las acusaciones que afectan a José Luis Espert, el primer candidato a diputado del oficialismo en la provincia de Buenos Aires y por nuevos reveses parlamentarios (el Senado terminó de anular dos vetos presidenciales).
Ese cocktail contaminado está por detrás del rebote de la tasa de riesgo y de los valores del dólar, que se han elevado pese a que el gobierno empleó para neutralizar el fenómeno buena parte de la millonada aportada por las cerealeras.
El rebote y sus motivos
La oleada de desconfianza que se materializaba a través de esas variables no se aplacó siquiera con el segundo uso de la cartaTrump en una semana: el martes se anunció que Milei será recibido en visita oficial en el Salón Oval de la Casa Blanca, un notable upgrading después de la reciente, fructífera pero brevísima “bilateral” mantenida en una oficina de las Naciones Unidas.
También se escuchó al secretario del Tesoro, quien reiteró los compromisos de ayuda a la Argentina y el alto concepto que le merece el gobierno de Milei como aliado de Estados Unidos. Infortunadamente, Bessent incluyó una frase probablemente dirigida a calmar a quienes en su país critican que Trump ayude a Argentina que es un país que compite con los agricultores estadounidenses: “No estamos poniendo dinero en Argentina”, afirmó el secretario del Tesoro. La sentencia, quizás tranquilizadora para los farmers americanos, fue leída en Argentina como una respuesta a quienes se preguntaban en qué consistiría la ayuda de Washington (entre ellos el ministro Luis Caputo y la plana mayor del Palacio de Hacienda, que ya se encuentra en Washington para enterarse de los detalles).
Lo que Bessent explicó estaba, en rigor, implícito en sus palabras de la semana anterior. El principal instrumento de los que “están sobre la mesa” en materia de apoyo al gobierno de Milei es un swap, un intercambio de monedas que podría llegar a los 20.000 millones de dólares. Se intercambian pesos por dólares durante un período determinado con el compromiso de deshacer la operación en el futuro (recomprando cada parte su propia moneda).
El swap no es un regalo de moneda fuerte ni un préstamo. El país que recibe la divisa solo la puede usar si el prestador lo habilita, pero su principal utilidad reside en reforzar reservas y dar confianza. De modo que Bessent no mintió al decir que no están poniendo plata en Argentina. Pero decepcionó a quienes tenían la expectativa de plata fresca, aunque la esperanza es lo último que se pierde.
El pronóstico de Bessent
Es igualmente claro que aun esta ayuda se encuentra supeditada a los resultados de la elección de octubre. Bessent se refirió indirectamente a este asunto en sus declaraciones. No dijo que el oficialismo ganaría; señaló que creía que el comicio tendría “un resultado favorable” para el gobierno de Milei.
El giro verbal puede ser significativo e indicaría que las expectativas de Washington no coinciden con el sempiterno triunfalismo libertario (propenso al uso del verbo “arrasar”) y podrían conformarse con una performance digna coronada por algún incremento de la representación parlamentaria propia del oficialismo. Paralelamente expresaría la voluntad de mantener el apoyo preferencial al rumbo de Milei, al que identifican como el aliado más firme en la pulseada estratégica con China, factor que orienta sus decisiones de mediano y largo plazo.
Está claro que Washington preferiría que la gestión económica y política de Milei fuera menos problemática, más eficaz y abierta a ampliarse con aliados. Hay sectores del oficialismo que, por convicción o por comprensión de las circunstancias, parecen más adaptados a ese deseo.
El Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, trabaja ese costado, en parte con colaboración objetiva de Santiago Caputo (un realista, que apuesta a articular alianzas entre el poder central y los poderes provinciales) y de Patricia Bullrich, que trabaja para pivotear una ampliación de la derecha política que incluya lo que queda del Pro (sin excluir a Mauricio Macri) y otros fragmentos que no quieren ser fagocitados por La Libertad Avanza pero que se podrían sumar a una coalición plural de “familias” de la derecha.
No es raro que todos ellos y otras figuras proclives a un comportamiento más razonable del oficialismo hayan coincidido en amonestar a José Luis Espert, instándolo a que no se amparase en el silencio y aclarara públicamente las imputaciones de haber recibido financiamiento (en efectivo y en especie) de un narcotraficante, después de que el primer candidato a diputado de la La Libertad Avanza por la provincia de Buenos Aires se negase reiteradamente a dar explicaciones en una entrevista televisada (y después de que el diario La Nación publicase documentación del Bank of America que certificaba la transferencia a su cuenta de 200.000 dólares).
El misterio del apoyo presidencial
Tácitamente, la presión de Bullrich, Francos y otros empujaba en el sentido de que, si Espert no estaba en condiciones de dar explicaciones satisfactorias, correspondía que renunciase a su candidatura para no perjudicar al oficialismo. Espert resistió las presiones aunque finalmente, el jueves a medianoche, difundió por los medios un monólogo pretendidamente exculpatorio en el que admitía haber recibido los 200.000 dólares como adelanto por “retribución por servicios profesionales”.
La declaración fue poco convincente y claramente contradictoria con versiones anteriores del propio Espert; además dejaba descolocada la defensa presidencial al confirmar denuncias a las que Milei había atribuico la condición de “chimentos de peluquería”.
La presión continuó y hasta se amplió: el Presidente recibió en Olivos a Mauricio Macri, un posible apoyo para cumplir con las exhortaciones a ampliar su base de sustentación, y el expresidente le ofreció el mismo consejo sobre Espert: había que desplazarlo.
Toda la tarde del último viernes parecía inminente el fin de la candidatura de Espert. Tanto, que la red de comunicadores de óptimos contactos con el gobierno libertario daba la noticia por descontada y citaba, sin dar nombres, a “altísimas fuentes” oficialistas para afirmar que el diputado había llegado a la residencia presidencial con la dimisión en el bolsillo.
Sin embargo, poco después de las 10 de la noche, Espert difundió un mensaje por la red X, donde afirmó: “No me bajo nada” y pocos minutos después el Presidente lo reposteó desde su propia casilla. No hubo réplicas similares de ningún otro miembro de la jerarquía oficial. Los motivos del obstinado (y electoralmente costoso) respaldo presidencial a Espert, pese a la clara reticencia de importantes colaboradores suyos, es un misterio político.
La seguidilla de casos escabrosos ($Libra, Spagnuolo, Espert) erosiona al oficialismo cuando faltan poco más de veinte días para las elecciones y diez para la trascendente cita en el Salón Oval.