Las vías del desarrollo
A más de una semana de ser anunciado, seguimos sin conocer la letra chica del acuerdo comercial entre la Argentina y los Estados Unidos. Sin embargo, podemos ir pensando cómo se enmarca en nuestra situación externa.
El Indec acaba de publicar el Intercambio Comercial Argentino de octubre. Resulta adecuado realizar la comparación acumulada de los primeros diez meses, para evitar la estacionalidad de los datos mensuales: las exportaciones crecieron un 8% respecto a igual período del año anterior, mientras que las importaciones se incrementaron un 29 por ciento. Este comportamiento desigual llevó a que el saldo comercial de los primeros diez meses de 2025 fuera unos U$S 9200 millones menos que en igual período del año anterior (pasando de un superávit de U$S 16.000 millones entre enero y octubre de 2024, a U$S 6800 en igual lapso de 2025). Un resultado que, si se lo compara con los vencimientos de deuda que debe afrontar el país en 2026, ratifica la necesidad de acumular Reservas u obtener nuevo financiamiento, camino este último que parece haber elegido el gobierno.
En cuanto al financiamiento, según una nota de The Wall Street Journal, el préstamo de U$S 20.000 millones para la Argentina, impulsado por J.P. Morgan Chase, Bank of America y Citigroup, quedó suspendido por el momento. Se estaría avanzando en un Repo por U$S 5000 millones (los bancos comprarían con dólares bonos del Tesoro argentino emitidos en dicha moneda, con un compromiso de ambas partes de revertir la operación en un momento determinado). Tal cifra alcanzaría sólo para enfrentar los vencimientos de deuda argentina de enero del año que viene. Si bien la información es siempre sobre trascendidos que cambian a medida que transcurren los días (la semana pasada se comentaba que el préstamo de U$S 20.000 millones sería garantizado con títulos de la Reserva Federal), esta última noticia podría entenderse como un llamado de atención acerca de las dificultades de nuestro país para conseguir financiamiento externo privado. El austero superávit comercial y la no tan clara decisión del gobierno de acumular Reservas no ayudan en este derrotero.
Respecto a sus mayores socios comerciales, con el único destino con el que la Argentina tuvo superávit comercial fue con los Estados Unidos, un saldo levemente positivo que seguramente se irá convirtiendo en negativo al irse concretando el acuerdo comercial con dicha Nación.
A nadie se le escapa el interés especial que ha mostrado Donald Trump en conseguir superávits comerciales a través de la política agresiva de aranceles. A ello debemos sumar la rapidez con la que responden los productores norteamericanos ante cada política que los perjudique. Cuando se conocieron los primeros lineamientos del acuerdo marco entre ambos países, no tardaron en manifestar su disconformidad. En cambio, los grandes empresarios argentinos se mostraron en general más predispuestos, aun sin saber los detalles y cuáles serían los impactos en su sector.
El embajador argentino en los Estados Unidos, Alec Oxenford, evidenció entusiasmo con el acuerdo con dicho país. Como ejemplo, mencionó los casos de Polonia en 1991 y de Corea a fines de los años ‘50. Según el embajador, la entrada de los Estados Unidos en dichos países inició una etapa de prosperidad. Pero cabe señalar que el caso de Corea está bien estudiado por la historia del desarrollo económico. Su crecimiento no consistió en el retiro del Estado de la economía y la apertura veloz e indiscriminada de su comercio, sino que desde el Estado se planificó el desarrollo, estableciendo esquemas de subsidios específicos para preparar a sus productores a ser competitivos en un plazo determinado.
Oxenford agregó que “es la primera vez desde los años ‘40 que estamos del lado correcto de la historia”. Al embajador se le pasaron por alto todos los golpes de Estado en la Argentina que propiciaron el acercamiento a los Estados Unidos, desde el 55 en adelante, incluida la última dictadura cívico militar. Omite “las relaciones carnales” durante el gobierno de Carlos Menem, al igual que en la presidencia de Mauricio Macri.
El canciller Pablo Quirno señaló recientemente: “hay un tema también de reivindicación histórica que tiene para mí un lindo círculo; estamos a 20 años de lo que fue la reunión de las Américas, en Mar del Plata, aquella infame reunión del 2005 (…). Y ahora cambiamos el ‘Alca al Carajo’ por ‘Viva la Libertad Carajo’, 20 años después”.
Una vez más, estamos ante la disyuntiva de los dos modelos. Una integración comercial regional en un bloque de naciones latinoamericanas y/o de otras economías en desarrollo, diseñada con un criterio de protección a los sectores productivos, especialmente pymes. O una apertura unilateral al servicio de los intereses del país más fuerte. En esta semana del 20 de noviembre, en la que se conmemora el “Día de la Soberanía Nacional” en nuestro país, resulta imprescindible reflexionar sobre el gran riesgo para dicha soberanía que significan las políticas económicas y de alineamiento externo aplicadas por el gobierno libertario.
Señales para prestar atención
Las sociedades no pierden su memoria histórica. En Ecuador, en el marco de un malestar que en general se expresa en los rechazos a los oficialismos, la ciudadanía dejó en claro que hay cuestiones que no se aceptan. Ello quedó plasmado en el referendo donde, entre otros puntos, se rechazó por amplia mayoría el regreso de las bases militares extranjeras o el desfinanciamiento de los partidos políticos.
En el caso de Chile, Jeannette Jara ganó con el 26,83% de los votos, y habrá segunda vuelta. Cabe recordar que en la primera vuelta de 2021 Gabriel Boric había sacado un punto menos que Jara en la actual elección, y luego fue presidente. Son señales para observar, en un contexto adverso para las políticas progresistas en la región. Otra señal a considerar es lo que está sucediendo en España, donde el Ejecutivo incluirá por primera vez metas de reducción de pobreza y desigualdad en el cuadro macroeconómico, aduciendo que “el objetivo prioritario para el gobierno es que el fuerte crecimiento de la economía llegue a todos”.
La iniciativa no es en exclusiva de España, sino que nació de un grupo internacional de 500 economistas y expertos en desigualdad que pidieron por carta hace unas semanas que los dirigentes del mundo elaboren un indicador específico de desigualdad. Entre los firmantes se destacan dos de los principales teóricos sobre la desigualdad, los franceses Thomas Piketty y Gabriel Zucman y hasta la exsecretaria del Tesoro estadounidense Janet Yellen. Tampoco se trata sólo de una propuesta académica, surge también de la recomendación del reciente informe del G-20 sobre desigualdad mundial, elaborado por el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. En igual sentido, en Santiago de Chile se organizó la “Jornada de Ministros de Desarrollo Productivo – Intercambio entre pares sobre políticas de desarrollo productivo y financiamiento a nivel territorial” por parte del Consejo Federal de Inversiones (CFI) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). El objetivo fue discutir la creación de un banco nacional de desarrollo al estilo del Banco de Desarrollo de Brasil (BNDES), que permita fondear proyectos estratégicos de logística e infraestructura, entre otros fines.
Creo firmemente que no hay que renunciar a la asociación entre países, pero ésta debe darse en un marco de mutuo interés estratégico y de respeto. Una asociación donde se fortalezcan las economías nacionales, con el objeto de combatir la desigualdad, a favor de la justicia social y el desarrollo económico, para sostener los pilares de un continente en democracia y paz.
